Cuadro del Cura ValeraD. Salvador Valera Parra, el CURA VALERA, como popularmente se le conoce, nació en la villa de Huércal-Overa (Almería) el 27 de Febrero de 1816.

La vocación religiosa que desde muy niño apuntó en él, hizo que sus padres, modestísimos labradores, lo iniciaran a costa de muchísimos sacrificios en la carrera eclesiástica.

Tras unos años de privaciones y constantes sacrificios, fue ordenado Sacerdote en el año 1840. Siendo destinado a Huércal-Overa como capellán.

En el año 1849 fue nombrado ecónomo del Curato de Alhama de Murcia, donde ejerció su ministerio, de una manera tan ejemplar que son innumerables los testimonios de afecto y consideración que en aquella ciudad se le guarda aún en nuestros días. Cuando en 1851 se trasladó a Huércal-Overa, el día de su despedida, el vecindario en masa, salió tras él suplicándole que no les abandonase.

En Huércal-Overa permaneció hasta el año 1864, en que fue nombrado para el Curato de Cartagena. De nuevo brillaron con todo esplendor las cualidades de D. Salvador Valera, distinguiéndose sobre todo en las medidas que se adoptaron para frenar la epidemia del cólera que por aquel entonces azotó en Cartagena y su intervención para aplacar, con su característica dulzura, las numerosas sediciones que se sucedían en el penal de dicha ciudad. El Ayuntamiento de Cartagena premió su benemérita labor, regalándole un magnífico Cáliz que aún se custodia en la parroquia de Huércal-Overa.

Por su abnegación, el general Prim, a raíz de su desembarco en septiembre de 1868, quiso llevarlo consigo a la Corte. El Cura Valera declinó todos los honores. Su gran deseo era volver a la parroquia de Huércal-Overa, de la que era cura propio desde 1851, con el fin de vivir cerca de su anciana y querida madre.

Hasta su muerte no volvió a salir de Huércal que se convierte así en el escenario de sus espirituales correrías. Su habitual humildad y envidiables dones de santidad, repartiendo a manos llenas la caridad, apaciguando rencores y consolando al desvalido, se acrecentaron aún mucho más y su figura venerada, consagrada por entero al servicio de Dios, se hizo tan respetable y querida que su fama transcendió mucho mas allá de lo que él modestamente deseaba.

¿Quién hoy, no conserva aún en Huércal-Overa, un retrato o una reliquia de tan buen pastor? Allí  todo el mundo sabe al dedillo la vida y aventuras del que fue párroco venerable. Recuerdan su pobreza sin límites, su eminente caridad, el heroísmo en los días trágicos del cólera morbo que sembró de muerte los campos y aldeas del Almanzora en 1885, y en los grandes terremotos que asolaron la comarca en 1863, su devoción filial a la Virgen del Río. Y recuerdan sobre todo, el espíritu ardiente y sobrenatural, las apostólicas palabras y las prolongadas horas de oración y penitencia.

La vida del Cura Valera está llena de misteriosas manifestaciones. Poseía un interior sentido para penetrar las conciencias, logrando adentrarse en la vida de sus feligreses a quienes conducía con espiritual imperio hasta Dios. Su casa, abierta a todos los desvalidos, el confesionario rodeado de gentes, el púlpito desde el que conmovía al pueblo con una predicación sencilla, ardiente, plena de unción evangélica.

Sacrificado hasta el extremo de privarse así mismo de todo lo más elemental y necesario para subsistir, únicamente gozaba cuando veía a los demás felices o cuando podía remediar cualquier contratiempo o desgracia. Varias calamidades pudieron ser salvadas gracias a su paternal intervención que hacía inspirar en todos los vecinos una confianza ciega como si de su mano dependiese la salvación de aquellos momentos cruentos y difíciles.

El día 15 de marzo de 1889, moría santamente don Salvador Valera Parra, siendo enterrado bajo el presbiterio de la Iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asunción.

Cuando en 1954 el obispo de Cartagena inició los primeros pasos del proceso, innumerables personas depusieron testimonios impresionantes de sus virtudes y merecimientos. Todos coincidieron en la misma apreciación: fue un sacerdote santo.

Desde 1989 en que se reactivó definitivamente el tan ansiado proceso de Beatificación, muchos pasos se han dado en tal andadura

¿Veremos en los altares al santo cura Valera? La Iglesia es quien tiene que decidir. A nosotros nos resta pedir al Señor que glorifique la memoria de este santo varón, sacerdote modelo, una de las más puras glorias de la Diócesis de Cartagena y de Almería.

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